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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

jueves, 4 de febrero de 2016

DEDICATORIA



DEDICATORIA

                                   Hay que avanzar, hay que avanzar

JAVIER EGEA

miseria y avidez, dinero y prosa

JOSÉ DE ESPRONCEDA


Amar, que es un trabajo de la mente,
nos parece simpático.
                                        Nos parece
la vida entera en juego, posible.
Los ritos, las costumbres, la prosa, la repetición
-quizá el mejor recurso del tiempo-
nos hacen vivir al acecho,
y uno ama lo que le viene…
a veces penas; y así nos va.

La edad que nos ocupa
y nos tienta; los años
que pisamos como alfombras,
entre bocinas,
nos han hecho al amar necesario,
a las confidencias,
aunque sea ésta la primera vez que nos vemos.
Y la duda, esa posibilidad inquietante
de que nunca ardan zarzas en nuestras vidas
o que no sepamos darnos cuenta de que están ahí
como un lugar sagrado,
nos hacen desenvainar una mejor sonrisa
que lo cubra todo.

Hay preguntas imposibles de ignorar,
compromisos que no admiten espera;
quizá por eso, a veces suceda
que las palabras pronunciadas
arrastren un lastre de demora,
se acumulen y hagan poso en el ánimo:
una promesa que te hiciera,
traspasar los ojos de la desconfianza
o saldar la deuda del cariño.

Y descubre uno que aún hay cosas
que sí resuelve un poema, una dedicatoria;
y nos empujan a la convergencia,
 a ser otros, en definitiva.

“Hay que avanzar, hay que avanzar”
nos decía algún poema,
y nos desveló la inocencia
de un sueño de Andersen;
quizá para aprender a vivir
y encajar los versos
que puedan atravesarnos en algún momento:
“miseria y avidez, dinero y prosa”;
quizá para demostrar que no son sólo escena.

Hay que avanzar, hay que avanzar,
aferrarte a unos versos,
creer que pueden salvarte,
pedir al señor de la noche
un crédito
a pagar mientras te dure la vida
y que sea la deuda del tiempo
ésa que no nos importe contraer
al ritmo del amar necesario.
Porque habremos probado el frío,
las uvas amargas del año entrante,
las risas, los llantos, la prosa
y lo que trae consigo.
            Seguir pensando en seguir avanzando,
hasta que te parezca razonable escuchar
cómo un eco en tu voz
hipoteca tu vida a otra voz en la noche,
en un bar atestado de gente
por un deseo oportuno.
“Hay que avanzar, hay que avanzar”
se mezclará con el ruido.

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