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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

lunes, 1 de junio de 2015

Autodescarte



La palabra que he elegido como título no existe, pero la realidad que representa la veo todos los días. La observo primero en mí mismo y funciona así:

Estoy en una reunión o hablando con varias personas y alguien dice que hay que poner en marcha esto o aquello. Me doy cuenta de que si no entra dentro de las que yo considero mis capacidades o mis rutinas, o sencillamente de mis gustos, no me doy por enterado. Conmigo no va. Me autodescarto. Esto me ocurre de manera inconsciente la mayoría de las veces, en especial si hay alguien a quien mentalmente pueda asignarle la responsabilidad. A veces hay autodescartes colectivos y todos coincidimos en señalar a la misma persona: “eso se le da muy bien a Enrique”, decimos. O sencillamente nos volvemos todos para mirar a esa persona y con eso y unas risas queda todo dicho. Supongo que es una tendencia natural. Nos decantamos por aquello que nos gusta o se nos da bien y esquivamos todo lo demás, pero…

¿No deberíamos asumir más retos? ¿No tendríamos que desafiar nuestras capacidades y salir de nuestra zona de confort?

Cuando el Papa nos manda a las fronteras nos pide justamente eso, que trascendamos de nuestra realidad más cotidiana e inmediata, que salgamos de nuestra propia comodidad para salir en búsqueda del otro (a “salir del propio amor, querer e interés”. EE 189). Probablemente las primeras fronteras están dentro de nosotros mismos. Solo cuando las traspasemos seremos capaces de ir a más, hacia afuera. ¿Cómo vamos a ir a las fronteras si no intentamos traspasar las que llevamos dentro?

En todos los rincones del colegio podemos encontrar el cartel con el lema del objetivo de este curso: “Tú también sumas” Entre otros símbolos está el signo de la suma que es también una cruz; y me cuestiona.