La palabra que
he elegido como título no existe, pero la realidad que representa la veo todos
los días. La observo primero en mí mismo y funciona así:
Estoy en una
reunión o hablando con varias personas y alguien dice que hay que poner en
marcha esto o aquello. Me doy cuenta de que si no entra dentro de las que yo
considero mis capacidades o mis rutinas, o sencillamente de mis gustos, no me
doy por enterado. Conmigo no va. Me autodescarto. Esto me ocurre de manera
inconsciente la mayoría de las veces, en especial si hay alguien a quien
mentalmente pueda asignarle la responsabilidad. A veces hay autodescartes
colectivos y todos coincidimos en señalar a la misma persona: “eso se le da muy
bien a Enrique”, decimos. O sencillamente nos volvemos todos para mirar a esa
persona y con eso y unas risas queda todo dicho. Supongo que es una tendencia
natural. Nos decantamos por aquello que nos gusta o se nos da bien y esquivamos
todo lo demás, pero…
¿No deberíamos asumir más retos? ¿No
tendríamos que desafiar nuestras capacidades y salir de nuestra zona de
confort?
Cuando el Papa
nos manda a las fronteras nos pide justamente eso, que trascendamos de nuestra
realidad más cotidiana e inmediata, que salgamos de nuestra propia comodidad
para salir en búsqueda del otro (a “salir del propio amor, querer e interés”.
EE 189). Probablemente las primeras fronteras están dentro de nosotros mismos.
Solo cuando las traspasemos seremos capaces de ir a más, hacia afuera. ¿Cómo
vamos a ir a las fronteras si no intentamos traspasar las que llevamos dentro?
En todos los rincones
del colegio podemos encontrar el cartel con el lema del objetivo de este curso:
“Tú también sumas” Entre otros símbolos está el signo de la suma que es también
una cruz; y me cuestiona.