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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

sábado, 7 de mayo de 2016

"Repartir para multiplicar", un relato de Eduardo Machado. (Dadles vosotros de comer)


 Para ambientar:

 
188. La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: « La Iglesia, guiada por el Evan­gelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas ».153 En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: « ¡Dadles vosotros de comer! » (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las cau­sas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los ges­tos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra « solidaridad » está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.

189. La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la pro­piedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estruc­turales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y ac­titudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.
Francisco.  
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA  
EVANGELII GAUDIUM


Repartir para multiplicar

En estos tiempos de crisis en la economía mundial, con un dinero virtual volátil que hace fortunas y genera miserias de la noche al día, creo que la crisis que vivimos desde siempre es de egoísmo, como dijo D. Helder.
El Dios Mercado escribe sus mandamientos no en tablas de piedra, sino en el alma de la gente, de rodillas ante el becerro que parece ser oro, entrgan sus corazones y sus mentes a esta religión que tiene como dogma el egoísmo y el individualismo como una profesión de fe.
¿Qué es lo que Jesús tiene que decirnos hoy sobre la crisis que vivimos en la economía?
He encontrado algunas pistas para examinar el texto del Evangelio de Juan, donde narra uno de los episodios que conocemos como "la multiplicación de los panes".
A continuación, comparto con ustedes mi mirada:
 
Contemplando Juan 6,1-13
Jesús subió a una montaña desde donde podía contemplar el hermoso paisaje del mar de Galilea. La multitud que lo seguía se sentó sobre la hierba, esperando a que Él dijese o hiciese algo extraordinario.

Muchos habían visto u oído hablar de la forma en que predicaba y también acerca de cómo había sanado a muchos enfermos que acudían a él.

La luz del día se desvanecía… Pedro, gruñón, comentaba con su hermano Andrés: "Llevamos caminando todo el día con estas gentes que nos siguen sin detenerse siquiera para comer. Estoy hambriento y cansado".

Jesús oyó las quejas de Pedro. Miró de nuevo a la multitud a su alrededor, respiró hondo y dijo a Felipe, que estaba cerca de él: "Todas esas personas tienen hambre. ¿De dónde podríamos conseguir comida para ellos?"

Felipe respondió: "Ni juntando la mitad del sueldo de un año nos daría para comprar siquiera un pedazo de pan para cada uno."

Los apóstoles asintieron con la cabeza mostrando su acuerdo. Pedro se adelantó y dijo: "Señor, envía a estas personas de regreso a sus hogares, porque aquí no van a encontrar comida ni descanso."
Tomás agregó: "… Y también así podremos nosotros comer y descansar en paz.”

Jesús le respondió: "Ya, pero…si tenéis qué comer compartidlo con estas personas"

Se miraron los unos a los otros en silencio. Judas dijo: "Es que nosotros… tampoco tenemos nada." Judas mentía. En el último pueblo por el que pasaron, él, que era el que custodiaba las pocas monedas del grupo, compró pan, queso y fruta y lo guardó todo en unas bolsas que estaban ocultas. Como los demás, también pensó que si las bolsas se abrieran allí, delante de todo el mundo, no habría ni una miga para cada uno.

De hecho, muchas personas pensaron de manera similar.

Yo también.

En mi alforja tenía un bocadillo de pan con carne de cordero, bien cuidado, esperando el momento adecuado para convertirlo en mi cena.

Por un momento se hizo un silencio incómodo. Entonces, un chico que estaba a mi lado se levantó y fue a Andrés, hermano de Simón Pedro, y hablaron. Andrés dijo a Jesús: "Maestro, aquí hay un muchacho que está ofreciendo su almuerzo."

Y añadió con una sonrisa: "¡Hay cinco panes de cebada y dos peces! ¿Qué es esto para tanta gente?"

Jesús llamó al muchacho que era en realidad casi un niño, un adolescente de 13 años. Él vino y se sentó al lado de Jesús quien, echándole el brazo sobre su hombro, le revolvió el pelo en un gesto cariñoso y le dijo: "Así que, muchacho, ¿tú vas a asegurar nuestra cena?"

El niño respondió, mostrando una pequeña cesta: "Solo tengo esto, Señor, pero se puede compartir con todos. "Jesús tomó la canasta, cerró los ojos e hizo una breve oración. Luego se levantó y partió uno de los panes y tomó parte de un pez, hizo un pequeño bocadillo y se lo dio a Judas. Hizo lo mismo con Pedro, Tomás, Felipe, Juan… a cada uno les iba entregando un poco de comida.

Los apóstoles se miraron entre sí, avergonzados. Yo, y todos los que estábamos alrededor, mirábamos la escena sorprendidos. Entonces Jesús tomó la cesta vacía. Se detuvo y nos miró. Con una sonrisa, se encogió de hombros y dijo mitad afirmando mitad preguntando: "¿Ya está?"

Juan gritó: "Judas, ¿dónde están las bolsas?"

Judas, respondió contrariado: "Allí, detrás de esos árboles..."

Juan corrió, trajo las bolsas y las puso a los pies de Jesús. Este llamó al muchacho y le dijo: "¿Tú me ayudas a repartir?"

El muchacho, sonriendo, abrió la primera bolsa y levantó en el aire un hermoso pan de centeno, bien tostadito, que pronto fue pasando de mano en mano. De repente, toda la multitud se agitó. Todas las personas habían guardado comida, la tenían escondida, y, entre avergonzados y seducidos por las acciones de Jesús y el niño, comenzaron a ponerlas en común en las ruedas en que se habían sentado. Pronto la montaña se convirtió en un gran picnic. Todo el mundo reía y hablaba en voz alta, libres de la vergüenza inicial.

- "Aquí tienes, Malaquías, un muslo de pollo, ¡déjame probar un poco de tu vino!”
- “Hmm, Sara, este pastel está delicioso, ¡prueba las migas que he hecho!”

A mi lado había un hombre gordo, sonriente mirando en mi alforja. Con el corazón oprimido tomé el bocadillo y le ofrecí un trozo. Lo cogió entero y dio las gracias. En unos pocos bocados desapareció mi cena. Miré a mi alrededor, desolado, y me encontré a Jesús, justo en frente de mí. Él soltó un par de carcajadas y me llamó. Me acerqué con actitud anodina y él, fijando sus ojos en mí, me dio un pedazo de pan y un vaso de vino. Sentí algo diferente en esa mirada, como si quisiera en realidad alimentar mi alma y mi corazón.

La noche se acercaba, las hogueras estaban encendidas. Ruedas de amigos y familias enteras se reunieron, hablando, cantando, charlando de manera despreocupada en una fiesta inesperada y espontánea.

Jesús dijo a los apóstoles: "Recoged todos los restos de comida. Que no se pierda nada. Vamos a asegurar la merienda de mañana".

Pasaron entre los grupos y volvieron con lo suficiente para llenar doce canastos de alimentos.

Jesús miró al muchacho sentado junto a Él, y dijo con una sonrisa:

“Eh, chaval, ¡vaya milagro hiciste aquí, hoy…!”

Texto original en portugués “Dividir para multiplicar” de Eduardo Machado. Extraído de http://eduardomachadobh.blogspot.com.es/2011/08/dividir-para-multiplicar.html




Repasa el texto al menos un par de veces más. Cada vez ponte en las sandalias de Pedro, de Andrés, de Juan, de Judas, del muchacho…
… saca los alimentos que llevas guardados en las alforjas

Puede servir para orientar la oración:
-Y tú, tienes hambre y sed ¿de qué?
-El mundo que te rodea tiene hambre y sed ¿de qué?
-Lo que tienes que ofrecer para aplacar el hambre y la sed, ¿qué es?, ¿por qué lo guardas?
… y comparte.