header

¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

miércoles, 3 de junio de 2020

La verdad


La verdad son trozos de papel de periódico que hemos rasgado para proteger y evitar que pequeñas frágiles creencias metidas en una caja rocen entre sí y se hieran o se rompan. Rezamos a un dios de muertos para que nos conduzca por caminos sin sorpresas, sin baches, que puedan poner en riesgo nuestro gran tesoro, nuestras infinitas inseguridades y nuestros miedos.

O la verdad es un rayo de sol que nos quema en momentos de verano y nos mantiene cálidos en los de invierno; y es Dios quien reza al hombre, a la mujer, y les pide caminar descalzos con una única verdad que atender entre las manos: la verdad de su amor y su fe en nosotros.

La verdad es un felpudo en el suelo, puesto ahí para que lo pisemos y empapemos bien nuestros zapatos en una solución que borra nuestros miedos y protege a los demás de nosotros mismos. Y es otro felpudo
más, puesto a continuación, para secarlos y que parezca que aquí no ha pasado nada.

O la verdad es una voz en el teléfono, una imagen en una pantalla, dos ojos que sonríen sin boca, dos brazos que sueñan abrazar algún día, manos que aplauden. La verdad es todo lo que hacen brotar en el corazón voces, imágenes, ojos, bocas, brazos, manos; todo lo que son, lo que fueron y lo que están llamados a ser. La verdad es que el misterio no eclipsa la esperanza.

La verdad es una soga tirada en el suelo, atada al más preciado tesoro, que alguien toma de un extremo con intención de tirar y llevarse todo con ayuda de otros. La verdad es lo que me impulsa a coger el otro extremo de la cuerda, a tirar de ella y proteger lo que es mío y de otros.

O la verdad se revela en ese instante en que miras a los ojos del que está enfrente y te das cuenta de que el tesoro preciado es tu paz interior, que se pierde en el acto de tensar la cuerda, en la actitud de proteger creencias que se rozan y amenazan con quebrarse, en el momento de pactar con el dios de muertos al precio que sea para que no vuelque tu mercancía de miedos de saldo.

O la verdad es un verso de Machado que te hermana con aquel a quien desprecias, con aquel a quien ignoras, con quienes te parece que tienen la culpa de todo. La verdad es una flecha que siempre te señala, los labios que te besan, el pañuelo que recoge las lágrimas que ella misma provocó.

O la verdad es que no son tantas las certezas que hospedamos y, sin embargo, debemos siempre albergar dudas, proponer disyuntivas al camino que nos ponen por delante, consultar al Dios de vivos que habita nuestro corazón.

domingo, 29 de marzo de 2020

Envío

Escribe en mi corazón,
o acaba de convertir
en poema,
este papel en blanco,
aunque amarillento y arrugado,
que te ofrezco, Señor.
Cierra puertas y ventanas.
Apaga las luces.
Acállalo todo.
Cierre yo los ojos, tápeme los oídos.
Y en el corazón:
que contemple, reconozca, acoja, agradezca.
Abra los ojos, como excepción,
para hacerte presente con la mirada.
Para revelarte.
Para descubrirte.
Rompa el voto de silencio
solo para dejar salir,
atropellándose,
imprudentes, sanadoras, creadoras
palabras de amor.
Que yo sea solo una forma de ser tú,
que no te acalle, que no te oculte.
Que tú me envíes siempre,
que yo siempre vaya
y que siempre siempre llegues tú.

martes, 20 de febrero de 2018

Momento Lázaro.


Momento Lázaro.

Cuando echas a andar y aprietas el paso
(no hay un horizonte, andas a ciegas).
Cuando te acusan de algo y no lo niegas
por no entretenerte y huir del fracaso.

Cuando el valor es un bien escaso.
Cuando te dan alcance y te doblegas.
Cuando te piden todo y lo entregas,
y relatas muy por extenso el caso.

Vuestra Merced te apunta con el dedo,
vuelven las sombras y le ponen coto
a tus sueños, y hasta a tu propio credo.

Fantasmas de amos te han dejado roto,
te han devuelto un olvidado miedo.
Entonces. Ese momento. Ahí. Foto.

sábado, 30 de diciembre de 2017

La experiencia del Espíritu (por Karl Rahner, SJ)



Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre todas las demás esperanzas particulares, que abarca con su suavidad y con su silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas.

Cuando se acepta y se lleva libremente una responsabilidad donde no se tienen claras perspectivas de éxito y de utilidad.

Cuando un hombre conoce y acepta su libertad última, que ninguna fuerza terrena le puede arrebatar, cuando se acepta con serenidad la caída en las tinieblas de la muerte como el comienzo de una promesa que no entendemos.

Cuando se da como buena la suma de todas las cuentas de la vida que uno mismo no puede calcular pero que Otro ha dado por buenas, aunque no se puedan probar.

Cuando la experiencia fragmentada del amor, la belleza y la alegría se viven sencillamente y se aceptan como promesa del amor, la belleza y la alegría, sin dar lugar a un escepticismo cínico como consuelo barato del último desconsuelo.

Cuando el vivir diario, amargo, decepcionante y aniquilador se vive con serenidad y perseverancia hasta el final, aceptado por una fuerza cuyo origen no podemos abarcar ni dominar.

Cuando se corre el riesgo de orar en medio de tinieblas silenciosas sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibimos una respuesta que se pueda razonar o disputar.

Cuando uno se entrega sin condiciones y esta capitulación se vive como una victoria.

Cuando el caer se convierte en un verdadero estar de pie.

Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente uno consolado sin consuelo fácil.

Cuando el hombre confía sus conocimientos y preguntas al misterio silencioso y salvador, más amado que todos nuestros conocimientos particulares convertidos en señores demasiado pequeños para nosotros.

Cuando ensayamos diariamente nuestra muerte e intentamos vivir como desearíamos morir: tranquilos y en paz. Cuando… podríamos continuar durante largo tiempo.

Allí está Dios y su gracia liberadora. Allí conocemos a quien nosotros, cristianos, llamamos Espíritu Santo de Dios. Allí se hace una experiencia que no se puede ignorar en la vida, aunque a veces esté reprimida, porque se ofrece a nuestra libertad con el dilema de si queremos aceptarla o si, por el contrario, queremos defendernos de ella en un infierno de libertad al que nos condenamos nosotros mismos.

Karl Rahner, SJ

sábado, 12 de agosto de 2017

Oración de RezandoVoy con Elías

Audio de la oración para el fin de semana de la XIX semana del tiempo ordinario en RezandoVoy.
Para buscar a Dios en la tormenta, en el fuego y en el terremoto y encontrarlo en la suave brisa.

Texto de apoyo:

BRISA

A veces estás en la tormenta, 
la pasión desbordada,
el estruendo de batallas 
en que me rompo, 
contigo
o contra ti, 
y eres aguacero,
que enfría mis certidumbres 
o apaga mis incendios.

A veces estás en el huracán
que me asusta y me enardece,
bramando con fragor de profeta,
desgarrando el mundo
con la protesta 
de todas las víctimas 
que sufren, gritan
y exigen justicia,
y eres el viento 
que me arranca del hogar
hasta que bailo con el mundo.

Pero otras veces estás,
cotidiano y discreto,
como brisa en la mañana,
en el cansancio de los días sin motivos,
en la rutina del reloj de dentro,
en las derrotas sin drama,
o las victorias sin fiesta. 
Y eres silencio 
en mi oración desierta,
eres caricia inadvertida,
que, sin yo notarlo, 
alivia las viejas heridas
de siempre.

(José María R. Olaizola, sj)