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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

sábado, 30 de diciembre de 2017

La experiencia del Espíritu (por Karl Rahner, SJ)



Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre todas las demás esperanzas particulares, que abarca con su suavidad y con su silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas.

Cuando se acepta y se lleva libremente una responsabilidad donde no se tienen claras perspectivas de éxito y de utilidad.

Cuando un hombre conoce y acepta su libertad última, que ninguna fuerza terrena le puede arrebatar, cuando se acepta con serenidad la caída en las tinieblas de la muerte como el comienzo de una promesa que no entendemos.

Cuando se da como buena la suma de todas las cuentas de la vida que uno mismo no puede calcular pero que Otro ha dado por buenas, aunque no se puedan probar.

Cuando la experiencia fragmentada del amor, la belleza y la alegría se viven sencillamente y se aceptan como promesa del amor, la belleza y la alegría, sin dar lugar a un escepticismo cínico como consuelo barato del último desconsuelo.

Cuando el vivir diario, amargo, decepcionante y aniquilador se vive con serenidad y perseverancia hasta el final, aceptado por una fuerza cuyo origen no podemos abarcar ni dominar.

Cuando se corre el riesgo de orar en medio de tinieblas silenciosas sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibimos una respuesta que se pueda razonar o disputar.

Cuando uno se entrega sin condiciones y esta capitulación se vive como una victoria.

Cuando el caer se convierte en un verdadero estar de pie.

Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente uno consolado sin consuelo fácil.

Cuando el hombre confía sus conocimientos y preguntas al misterio silencioso y salvador, más amado que todos nuestros conocimientos particulares convertidos en señores demasiado pequeños para nosotros.

Cuando ensayamos diariamente nuestra muerte e intentamos vivir como desearíamos morir: tranquilos y en paz. Cuando… podríamos continuar durante largo tiempo.

Allí está Dios y su gracia liberadora. Allí conocemos a quien nosotros, cristianos, llamamos Espíritu Santo de Dios. Allí se hace una experiencia que no se puede ignorar en la vida, aunque a veces esté reprimida, porque se ofrece a nuestra libertad con el dilema de si queremos aceptarla o si, por el contrario, queremos defendernos de ella en un infierno de libertad al que nos condenamos nosotros mismos.

Karl Rahner, SJ

sábado, 12 de agosto de 2017

Oración de RezandoVoy con Elías

Audio de la oración para el fin de semana de la XIX semana del tiempo ordinario en RezandoVoy.
Para buscar a Dios en la tormenta, en el fuego y en el terremoto y encontrarlo en la suave brisa.

Texto de apoyo:

BRISA

A veces estás en la tormenta, 
la pasión desbordada,
el estruendo de batallas 
en que me rompo, 
contigo
o contra ti, 
y eres aguacero,
que enfría mis certidumbres 
o apaga mis incendios.

A veces estás en el huracán
que me asusta y me enardece,
bramando con fragor de profeta,
desgarrando el mundo
con la protesta 
de todas las víctimas 
que sufren, gritan
y exigen justicia,
y eres el viento 
que me arranca del hogar
hasta que bailo con el mundo.

Pero otras veces estás,
cotidiano y discreto,
como brisa en la mañana,
en el cansancio de los días sin motivos,
en la rutina del reloj de dentro,
en las derrotas sin drama,
o las victorias sin fiesta. 
Y eres silencio 
en mi oración desierta,
eres caricia inadvertida,
que, sin yo notarlo, 
alivia las viejas heridas
de siempre.

(José María R. Olaizola, sj)

martes, 6 de junio de 2017

Has puesto una hoz en la mano de mi alma


Con Etty Hillesum:


“Nuestra única obligación moral consiste en desbrozar en nosotros extensos claros de paz y extenderlos poco a poco, hasta que esa paz irradie a los demás. Y cuánta más paz haya en los seres, tantas más habrá en este mundo en ebullición.”


Has puesto una hoz en la mano de mi alma
y me has vuelto los ojos hacia adentro:
"Siega - has dicho - hacia afuera, desde el centro,
las malas hierbas que ahogan tu alma".

Calle mi voz cuanto mi dicha ensalma,
que soy más yo cuanto más me descentro;
cuanto más interior, más rico el encuentro.
Con tiempo y silencio crece la palma.

Besada por las olas de tu mar,
al son de presencia y ausencia se baña
mi palma, mi alma, mis ansias de dar

el fruto que crece oculto en mi entraña:
superar el propio límite y amar
la suave brisa que me acompaña.