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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

sábado, 6 de agosto de 2016

He leído Oscar y Mamie Rose de ERIC-EMMANUEL SCHMITT

Pues eso, que he leído este librito como parte de mis "tareas" del tiempo intermedio de los encuentros
de Monte Carmelo (de las cuales se nutre en buena parte este blog) y me queda un buen sabor de boca que me apetece compartir por aquí.

La verdad es que recomiendo leer el relato en sí mucho más que esta breve y modesta reseña.


Se trata de un relato corto (apenas llega a las 26 páginas en formato A4) en el que se narran los últimos días de Óscar, un niño de diez años enfermo terminal de leucemia, con un lenguaje coloquial y lleno de anécdotas que combinan situaciones cómicas con otras más dramáticas.

Al ser un relato breve, la historia gana en intensidad y dramatismo sin que el tono sea lacrimógeno. La estructura se corresponde con la de un diario o más bien secuencia de cartas que el niño dirige a Dios por recomendación de Mamie Rose, una voluntaria que visita a niños enfermos en el hospital en el que se encuentra Óscar ingresado.

En las cartas que el pequeño Óscar dirige a Dios descubrimos la personalidad de un niño que ha madurado a fuerza de dolor y de aceptar la realidad que se le ha ido revelando pero que nadie le ha querido confesar: pronto va a morir.

En cada misiva se va desvelando la naturaleza de las relaciones que su autor ha ido estableciendo con las personas importantes de su vida: sus padres, el doctor que lo atiende, las enfermeras, el resto de niños de la planta y la propia Mamie Rose. Cada carta se corresponde con un día y las vivencias, reflexiones y emociones que Óscar experimenta: la ingenuidad arrebatada, el rechazo, el dolor, el miedo, la desconfianza y el rencor van dejando paso a la libertad, las ganas de vivir, el amor, el servicio a los demás, la apertura al misterio, la curiosidad y sobre todo a la aceptación.

En las primeras cartas Óscar relata sus recientes descubrimientos en torno a su enfermedad y cómo esta modifica sus relaciones con el resto de personas. Acepta la propuesta de Mamie Rose para escribir a Dios aunque en un principio afirma que no cree en su existencia
 
Si tuviera que destacar algunas ideas fuerza serían estas tres:
 
- Confianza vital que Óscar deposita en Mamie Rose porque su sinceridad le produce seguridad. Las medias verdades que le han contado acerca de su enfermedad y de todo en general antes que enfermara y de también por qué sigue en el hospital, contrastan con la franqueza de Mamie Rose y con la inquietante capacidad de Óscar para intuir la verdad a partir de lo que los demás no le cuentan pero él ve en ellos.

Curiosamente no todo lo que Mamie Rose le cuenta es verdad, solo crea una ficción necesaria en la medida en que entiende que ayuda a Óscar, por ejemplo fingiendo ser una famosa luchadora de “catch”.

- Esta confianza depositada en ella tiene que ver con que Mamie Rose ha cuidado al máximo su forma de vincularse a Óscar. Percibe su rechazo a toda forma de acercamiento a él en forma de pena o atendiendo más a la enfermedad que a la persona, pero no repite el esquema y lo trata como él espera que se le trate:

Un día íbamos paseando por el jardín del hospital y pisó una caca.
- ¡Mierda!
- Mamie-Rose, no se dicen tacos.
- Oye, tú, enano, corta el rollo, ¿vale?, que yo hablo como me da la gana.
- ¡Jopé, Mamie-Rose!
- ¡Y mueve ese culo, que estamos caminando y no haciendo una carrera de caracoles!
Cuando nos sentamos en un banco para comernos un caramelo, le pregunté:
¿Y cómo es que dices tantas palabrotas?
- Deformación profesional, Osqui. En mi profesión, lo tenía crudo si usaba un vocabulario demasiado delicado.
- ¿Y de qué trabajabas?
- No te lo vas a creer…
- Te juro que me lo creeré.
- Luchadora de catch.
- ¡No me creo nada!
- ¡Que sí! ¡Luchadora de catch! Y me llamaban “la Estranguladora del
Languedoc”.

Es un vínculo que nace de la verdadera forma de ser de la cariñosa voluntaria pero que se concreta en una versión especial y única para el pequeño Óscar, el cual experimenta un crecimiento interno gracias a ese acompañamiento de Mamie Rose, pero que también genera un crecimiento positivo en todas las personas que se relacionan con Óscar, incluida la propia Mamie Rose tal y como ella confirma en la última de las cartas que componen el relato:

Gracias por haberme permitido conocer a Oscar. Gracias a él, me he hecho la graciosa, me he inventado leyendas, hasta he llegado a entender de catch. Gracias a él me he reído y he conocido la alegría. Me ha ayudado a creer en ti. Me siento llena de amor, de un amor que me quema por dentro. Tanto ha sido el amor que me ha dado que me queda para todo el resto de mi vida.

- Cada día, mira al mundo como si fuera por primera vez. Óscar pide a Dios que le cumpla varios deseos pero uno predomina por su insistencia: ser visitado por Él. Esta visitación acontece en forma de regalo, de revelación y de consolación que ya nadie le podrá arrebatar:

Me di cuenta de que estabas ahí, que me estabas contando tu secreto: cada día, mira al mundo como si fuera por primera vez.
Entonces seguí tu consejo y me lo apliqué. Por primera vez. Contemplaba la luz, los colores, los árboles, los pájaros, los animales. Sentía cómo el aire me pasaba por la nariz y me hacía respirar. Oía las voces que venían del pasillo como si rebotaran en la bóveda de una catedral. Me sentía lleno de vida. Me entraban escalofríos de pura felicidad. La alegría de existir. Estaba maravillado.
Gracias, Dios, por haber hecho eso por mí. Tenía la sensación de que me cogías de la mano y que me conducías al corazón del misterio para contemplar el misterio. Gracias.

 
Yo diría que la tesis fundamental es que más allá de quiénes y cómo seamos de dónde y cómo estemos, todos podemos llegar a tener esa experiencia de Dios (incluso sin nombrarla de esa forma) si contamos con un modo y forma de lograrlo, si nos abrimos al misterio y si nos dejamos acompañar.

Creo que en este relato todos acaban teniendo experiencia de Dios aunque solo Mamie Rose y Óscar lo reconocen y llaman así. Los padres de Óscar, el doctor Dusseldorf, Peggy Blue…
La propuesta de Mamie Rose parte de la realidad aunque tenga un componente de ficción: imaginar que en cada día vive diez años. Óscar es interpelado por cada acontecimiento y él se deja hacer tomando la iniciativa: viviendo.

Esta es la verdadera apuesta que se esconde en la invitación de la anciana y que coincide con el mensaje del libro: vivir. No se trata de un consejo para desahuciados sino de una actitud radical para todos en todo momento. Apostar por la vida.

El libro me aporta a mi vida personal un subrayado a esa necesidad de consciencia de que se vive en la presencia de Dios. Pensar, sentir y gustar que cada momento es único e irrepetible, pero no para abocarnos a un estéril carpe diem sino para vivir desde el agradecimiento la parte del misterio que se nos revela como verdad inapelable: QUE TODO ES GRACIA.

El relato ofrece algunas claves acompañamiento:

Como acompañante Cuidar mi interioridad. Crecer en confianza en Dios PARA la misión.
Cuidar la manera en que me relaciono con las personas no buscando mi interés sino la voluntad de Dios en mí y en los demás.

Como acompañado.
Reconocer y creer que lo que a mí me hace bien también tiene un efecto positivo en los demás. Buscar en ello el mayor bien, el mayor servicio, la mayor alabanza.

jueves, 4 de agosto de 2016

Magnificat

Magnificat



Toda mi interioridad alaba la grandeza del Señor
porque ha hecho cosas grandes en mí.

La mía es una historia pequeña
en la Historia (perdida entre tantas historias,
a los ojos del mundo),
nadie habrá de recordar ningún hecho remarcable de ella
al cabo de unos cuantos años.

Pero el Señor del Tiempo y de la Historia
se ha fijado en mí.
Vivo preñado del Espíritu que me anima y me consuela
en cada paso de mi camino
para que sea Su camino.

Mi corazón agradece haber visto
en este tiempo tantas veces
la lógica de Dios sorprender con su creatividad
nuestras lógicas pequeñas
fundamentadas en hábitos, comodidades y rutinas.

Benditos sean por siempre
las tierras que tuve la suerte de pisar,
los techos que me cobijaron,
los árboles que me dieron sombra,
las personas con que me crucé,
la esposa y los hijos que me diste, Señor,
y, en definitiva, todas las ocasiones y maneras
de las que te serviste
para hacerte presente en mi vida
ya fueran desolación o consolación.
Bendito todo porque todo es gracia.