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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

jueves, 2 de abril de 2015

¿Hablas ignaciano?



Así titulaba George W. Traub, S.J. Do You Speak Ignatian? A Glossary of Terms Used in Ignatian and Jesuit Circles. 

Algunas veces hemos leído y oído decir que nuestra espiritualidad es tan profunda que, no solo trae consigo un vocabulario propio y distintivo, sino que supone en sí mismo un lenguaje, un código con una gramática y un acento, con un sentir y gustar propio.
Quienes hemos aprendido a hablar ignaciano observamos con sorpresa cómo esta lengua adquirida pasa a convertirse en lengua materna desplazando a un segundo lugar nuestro vocabulario nativo.

Tanto cuanto, Encarnación, Magis

De esta manera, algunas palabras que hemos oído y usado tantas veces, de pronto amplían su significado hacia otros espacios semánticos imprevistos. Así ocurre con expresiones como tanto cuanto, que adquieren un valor diferente a partir de la experiencia vital que San Ignacio comparte con nosotros. Y lo mismo ocurre con la palabra Encarnación: ahora soy incapaz de oírla sin vibrar con ella, sin reconocer resonancias y matices, cuando quizá antes me pasaba desapercibida. También hay otras palabras como el adverbio más (magis en su expresión latina) que también crece de tal forma que parece incluso una palabra distinta.

Consolación / desolación, Indiferencia, Examen, Ejercicios Espirituales

Precisamente son esas, las palabras que adquieren un significado distinto, las que más llaman nuestra atención y nos obligan a pararnos cuando las oímos. Cuántas veces escuchamos hablar de la indiferencia o de que alguien es indiferente ante algo y la mención de esa idea nos trae inevitablemente un eco distinto asociado a la palabra, como una música que solo nosotros somos capaces de oír. Y lo mismo ocurre cuando escuchamos expresiones en las que se dice de alguien que “no encuentra consuelo” o que “anda desolado”, y en seguida nos vienen imágenes y recuerdos de consolación y desolación vividas en primera persona. Para los que hablamos ignaciano ni el examen ni los ejercicios tienen connotaciones negativas tampoco, porque sabemos que nuestra persona es fruto que está siempre madurando gracias a ellos.

Elegir, Discernir

En Andalucía hemos pasado recientemente por un tiempo de elecciones, pero da la sensación de que no ha dejado de ser una mera elección de colores, de caras, de bandos. Casi nos atreveríamos a decir que en algunos periodos electorales se trata más de una coacción que de una elección, porque no se fomenta el ejercicio libre y personal de la reflexión (no digamos del discernimiento), sino de sacar músculo partidista, de un bombardeo continuo de eslóganes, de felices promesas y de nefastos augurios a una población que a nuestro déspota sistema político se le antoja en una perpetua minoría de edad. Elegir “a la ignaciana” es vivir tomando las riendas de nuestra vida, siendo autoconscientes, pidiendo al Señor que nos conceda la gracia de conocer su voluntad y la fuerza para cumplirla.
De todas estas palabras (y de otras muchas) hay una que nos cuestiona y sobrecoge. Podríamos decir que nos persigue. Es la palabra servir. A veces resuena como un cuestionamiento fuerte o como un interrogante; a veces es horizonte y a veces una realidad sentida y gustada por la que dar gracias. Suele venir acompañada de otras palabras como alabar y amar, pero es cuando viene sola cuando con más fuerza me sacude o nos interpela. Servir, al estilo de Jesús.

En este link puedes encontrar algunos de esos términos ignacianos a los que hace referencia el P.  George W. Traub en su libro: http://www.flacsi.net/noticias/compania-de-jesus-el-lenguaje-ignaciano/

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