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¿Qué haces aquí, Elías?

Ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego...,
sino en la brisa, en la voz de lo pequeño.

viernes, 1 de abril de 2016

¿Qué se puede esperar de una experiencia de Ejercicios Espirituales?


Capilla de la conversión de San Ignacio

En un post anterior acababa afirmando que responder a esta pregunta diciendo cualquier cosa que no sea decir TODO se agotaría en sí misma; pero claro decir eso es decir nada y decir más de la cuenta es faltar a la verdad. Nos emplazábamos a otro post o a un café para tratar de responder de manera un poco más desarrollada. Pues bien, este post no sustituye ese café. Ojalá que lo suscite.

Moción y conmoción

Dios nos habla en todo y en todos, pero también (algunos ya dirán que sobre todo) en nuestros sentimientos.

La sociedad que nos ha tocado vivir se caracteriza cada vez más por el excesivo consumo, el abuso de mensajes comerciales, la progresiva metamorfosis de la persona en cliente, después en consumidor y finalmente en producto de consumo al que añadir accesorios. Todo esto es un obstáculo, no cabe duda, para escuchar la voluntad de Dios, pero es más que eso: es un marco, un terreno cuya orografía ha ido cambiando hasta derivar en esto, pero no supone una imposibilidad. La esperanza que nos atraviesa nos empuja a afrontar los obstáculos para que no puedan pararnos. Dejarnos alienar en el comprar y consumir abusivos es lo contrario a la fe, a creer, a aceptar.

La invitación a la interioridad siempre ha estado ahí. En otras épocas con menos urgencia y ruido de mercado ha existido la opción del retiro temporal. El mismo Jesús se aparta de todos en periodos de tiempo más o menos largos para apartarse de otros mensajes y estar con Dios.

Es en esas oportunidades en las que se siente la plenitud del corazón como nunca antes, la angustia ante la revelación repentina de la pequeñez y la limitación, la consolación máxima ante la evidencia del amor de Dios, las lágrimas como don.

Puede que lo emocional, lo íntimo y afectivo…, todo aquello de lo que el Espíritu se sirve para llegar hasta nuestro corazón, esté obstruido o asilvestrado por la falta de tránsito pero a ambos lados de ese camino afectivo, atascado por tanto anuncio de felicidad comercial, laten dos corazones, dos pasiones que ansían encontrarse: un buscador y el Espíritu: nos toca liberar de obstáculos los caminitos del corazón.



Por desarrollar un poco, diré que me gusta la expresión “un sí mantenido”. Una alianza renovada que luego se concreta día a día en la vida y en la oración. Siendo conscientes de que somos libres para elegir y que de hecho elegimos continuamente.

Comunidad

Cúpula de la basílica de San Ignacio
Los EE son experiencia de Dios con cada persona, pero siempre acaban en fiesta, en pan compartido, en descubrirnos como amigos en el Señor. Los EE deben ayudarnos a ver que Dios es padre y que como tal nos quiere a cada uno en nuestra singularidad y que, aunque el proyecto de Reino es común para todos, es en la comunidad donde nos ayudamos los unos a los otros a entender que Dios tiene un itinerario y unos planes para cada uno. Es en esa comunidad en la que Dios nos invita a objetivarnos los unos a los otros cuando compartimos la vida, los frutos del examen y las mociones que sentimos.

El centro de la comunidad es la celebración, la eucaristía, el momento en que el Señor se hace pan para que nos comuniquemos y nos hagamos comunidad plenamente en la comunión. Tener una vida eucarística supone reconocernos en camino, acompañados, amados todos juntos pero no al montón o en masa, sino de uno en uno.

Vida atravesada por el Evangelio

Retablo de la basílica de San Ignacio
Los EE son para elegir. En algún momento del proceso puede haber uno o varios momentos de conmoción y también de determinación. De decir delante del Señor que sí más allá que de la palabra: con los gestos, con las obras, con las costumbres y rutinas… con la vida. Elegimos ser en misión, no puede ser de otra forma. Jesús nos llama a ser obreros en el Reino del Padre que es tarea diaria y también promesa y señal de esperanza.

Vincularnos

Esos momentos de determinación pueden consecuentemente llevarnos a vincularnos a otros en comunidad, a compartir vida con todo lo que eso supone: celebrar, sincerarse, consolar, superar dificultades, estar, acompañar con la palabra, con el silencio, con la presencia, con la oración, ayudar a discernir y discernir en comunidad. Sentirse comunidad dentro de la Iglesia, amigos en el Señor compartiendo la fe desde un carisma o una espiritualidad, en un movimiento parroquial…

Testimonio

La fe es vida sentida y compartida. Vida eucarística en la que Cristo cada vez va ocupando la centralidad de nuestras vidas y que toma cuerpo en la oración y en la eucaristía, ambas como expresión de la vida compartida con personas que transparentan el Evangelio, que nos lo hacen realidad de vida, al alcance, posible en la carne y en la sangre más allá de la página y del texto.

Experiencia con Dios acompañada por otro

Acompañarse es dejarse objetivar, enriquecer la experiencia, buscar ayuda para comprender las mociones. Es un modo de ser en comunidad y en la vida. La soledad de Pedro, de Tomás, o del hijo pródigo solo cobran sentido como experiencias de desierto, si no se dejan acompañar por otros (con honestidad, poniéndose con toda la vida en juego) corren el riesgo de volverse experiencias destructoras o acabadas en sí mismas como la de Judas o la del joven rico.

En otra publicación trataremos de responder a la pregunta ¿EE, para qué?

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