Capilla de la conversión de San Ignacio |
En un post anterior acababa afirmando que responder a esta pregunta diciendo cualquier cosa que no sea decir
TODO se agotaría en sí misma; pero claro decir eso es decir nada y decir más de
la cuenta es faltar a la verdad. Nos emplazábamos a otro post o a un café para
tratar de responder de manera un poco más desarrollada. Pues bien, este post no
sustituye ese café. Ojalá que lo suscite.
Moción y conmoción
Dios nos habla en todo y en
todos, pero también (algunos ya dirán que sobre todo) en nuestros sentimientos.
La sociedad que nos ha tocado
vivir se caracteriza cada vez más por el excesivo consumo, el abuso de mensajes
comerciales, la progresiva metamorfosis de la persona en cliente, después en
consumidor y finalmente en producto de consumo al que añadir accesorios. Todo esto
es un obstáculo, no cabe duda, para escuchar la voluntad de Dios, pero es más
que eso: es un marco, un terreno cuya orografía ha ido cambiando hasta derivar
en esto, pero no supone una imposibilidad. La esperanza que nos atraviesa nos
empuja a afrontar los obstáculos para que no puedan pararnos. Dejarnos alienar
en el comprar y consumir abusivos es lo contrario a la fe, a creer, a aceptar.
La invitación a la interioridad
siempre ha estado ahí. En otras épocas con menos urgencia y ruido de mercado ha
existido la opción del retiro temporal. El mismo Jesús se aparta de todos en
periodos de tiempo más o menos largos para apartarse de otros mensajes y estar
con Dios.
Es en esas oportunidades en las
que se siente la plenitud del corazón como nunca antes, la angustia ante la
revelación repentina de la pequeñez y la limitación, la consolación máxima ante
la evidencia del amor de Dios, las lágrimas como don.
Puede que lo emocional, lo íntimo
y afectivo…, todo aquello de lo que el Espíritu se sirve para llegar hasta
nuestro corazón, esté obstruido o asilvestrado por la falta de tránsito pero a
ambos lados de ese camino afectivo, atascado por tanto anuncio de felicidad
comercial, laten dos corazones, dos pasiones que ansían encontrarse: un
buscador y el Espíritu: nos toca liberar de obstáculos los caminitos del corazón.
Sí
Por desarrollar un poco, diré que
me gusta la expresión “un sí mantenido”. Una alianza renovada que luego se
concreta día a día en la vida y en la oración. Siendo conscientes de que somos
libres para elegir y que de hecho elegimos continuamente.
Comunidad
Cúpula de la basílica de San Ignacio |
Los EE son experiencia de Dios
con cada persona, pero siempre acaban en fiesta, en pan compartido, en descubrirnos como amigos en el Señor. Los EE deben ayudarnos a ver que Dios es
padre y que como tal nos quiere a cada uno en nuestra singularidad y que,
aunque el proyecto de Reino es común para todos, es en la comunidad donde nos
ayudamos los unos a los otros a entender que Dios tiene un itinerario y unos
planes para cada uno. Es en esa comunidad en la que Dios nos invita a objetivarnos los unos a los otros cuando compartimos
la vida, los frutos del examen y las mociones que sentimos.
El centro de la comunidad es la celebración, la eucaristía, el momento en que el Señor se hace pan para que nos comuniquemos y nos hagamos comunidad plenamente en la comunión. Tener una vida eucarística supone reconocernos en camino, acompañados, amados todos juntos pero no al montón o en masa, sino de uno en uno.
Vida atravesada por el Evangelio
Retablo de la basílica de San Ignacio |
Los EE son para elegir. En algún
momento del proceso puede haber uno o varios momentos de conmoción y también de determinación.
De decir delante del Señor que sí más allá que de la palabra: con los gestos, con
las obras, con las costumbres y rutinas… con la vida. Elegimos ser en misión,
no puede ser de otra forma. Jesús nos llama a ser obreros en el Reino del Padre
que es tarea diaria y también promesa y señal de esperanza.
Vincularnos
Esos momentos de determinación
pueden consecuentemente llevarnos a vincularnos a otros en comunidad, a
compartir vida con todo lo que eso supone: celebrar, sincerarse, consolar,
superar dificultades, estar, acompañar con la palabra, con el silencio, con la
presencia, con la oración, ayudar a discernir y discernir en comunidad.
Sentirse comunidad dentro de la Iglesia, amigos en el Señor compartiendo la fe
desde un carisma o una espiritualidad, en un movimiento parroquial…
Testimonio
La fe es vida sentida y compartida.
Vida eucarística en la que Cristo cada vez va ocupando la centralidad de
nuestras vidas y que toma cuerpo en la oración y en la eucaristía, ambas como
expresión de la vida compartida con personas que transparentan el Evangelio,
que nos lo hacen realidad de vida, al alcance, posible en la carne y en la
sangre más allá de la página y del texto.
Acompañarse es dejarse objetivar,
enriquecer la experiencia, buscar ayuda para comprender las mociones. Es un modo
de ser en comunidad y en la vida. La soledad de Pedro, de Tomás, o del hijo
pródigo solo cobran sentido como experiencias de desierto, si no se dejan
acompañar por otros (con honestidad, poniéndose con toda la vida en juego)
corren el riesgo de volverse experiencias destructoras o acabadas en sí mismas
como la de Judas o la del joven rico.
En otra publicación trataremos de responder a la pregunta ¿EE, para qué?
En otra publicación trataremos de responder a la pregunta ¿EE, para qué?
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